Ridley Scott se ha encargado de rescatar uno de sus últimos clásicos del siglo pasado para contar una nueva historia:
Años después de presenciar la muerte del admirado héroe Máximo a manos de su tío, Lucio se ve forzado a entrar en el Coliseo tras ser testigo de la conquista de su hogar por parte de los tiránicos emperadores que dirigen Roma con puño de hierro. Con un corazón desbordante de furia y el futuro del imperio en juego, Lucio debe rememorar su pasado en busca de la fuerza y el honor que devuelvan al pueblo la gloria perdida de Roma.
La película está protagonizada por Paul Mescal, Denzel Washington, Pedro Pascal, Connie Nielsen, Fred Hechinger y Joseph Quinn, y se ha estrenado en nuestros cines hace poca más de una semana.
Esta es una de esas películas que, aunque no salí descontento del cine, a medida que la iba digiriendo, me iba quedando más con sus defectos que con sus bondades, empezando por un guion muy facilón para tratar de enlazar con algo de chicha esta segunda parte con la primera, seguido por unos personajes cuyas motivaciones y cambios de parecer no parecen ser lo suficientemente importantes como para hacer acto de presencia, y unos discursos nada inspirados.
Aún así, si decides omitir todo eso, y también algún que otro momento bochornoso que Ridley decide sacarse de la manga, la película ofrece lo que promete, batallas en la arena del coliseo, y tejemanejes políticos en una Roma decadente, con un Paul Mescal muy cumplidor pese a tener que moverse en la enorme sombra que dejó Russell Crowe en su predecesora, y que aquí no dudan de hacer referencia a ella siempre que pueden, y un estupendo Denzel que a estas alturas no creo que pille a nadie por sorpresa.
Entretenida y poco más, sustentada por una estupendas escenas de acción, pero que si se hubiese molestado en contar su propia historia en lugar de tratar de recrearse tanto en la protagonizada por Máximo, quizás hubiese podido brillar con algo de luz propia, en lugar de quedarse en una secuela innecesaria más.
Ho!
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