Aunque actualmente en mi blog escribo sobretodo de Ike, mi gato, hasta hace unos días tenía también otro gato: Miki. No he hablado mucho de él porque, aunque estaba a mi nombre, se quedó en casa de mis padres cuando yo me independicé, porque lejos de ser una mascota era uno más de la familia, un miembro con el que hemos compartido 20 años.
Pese a sus años Miki se había mantenido bastante bien, pero en los últimos tiempos la edad empezó a hacer mucha mella en él, el veterinario no le daba mucho tiempo, y cuando empeoró mis padres tomaron la decisión de que no sufriera. Personalmente me hubiese gustado que llegara a su fin de forma más natural, pero comprendo que era lo mejor para él.
En estos días no han dejado de venirme a la cabeza muchos recuerdos que tengo de él, y es que han sido muchos años, era un gato con carácter (aunque en los últimos años se había vuelto un trocito de pan cascarrabias), fiero y cariñoso a partes iguales, muy travieso en sus años mozos, pero con una paciencia infinita (no sólo por aguantarme a mí, también por aguantar a todos los animales que han pasado por casa de mis padres y que él no dudó en cobijar).
Sin duda, sin él la casa de mis padres estará mucho más vacía, pero espero que al menos en estos veinte años hayamos podido ofrecerle una buena vida, y hayamos sido para él casi tanto como él para nosotros.
Ho!
Pese a sus años Miki se había mantenido bastante bien, pero en los últimos tiempos la edad empezó a hacer mucha mella en él, el veterinario no le daba mucho tiempo, y cuando empeoró mis padres tomaron la decisión de que no sufriera. Personalmente me hubiese gustado que llegara a su fin de forma más natural, pero comprendo que era lo mejor para él.
En estos días no han dejado de venirme a la cabeza muchos recuerdos que tengo de él, y es que han sido muchos años, era un gato con carácter (aunque en los últimos años se había vuelto un trocito de pan cascarrabias), fiero y cariñoso a partes iguales, muy travieso en sus años mozos, pero con una paciencia infinita (no sólo por aguantarme a mí, también por aguantar a todos los animales que han pasado por casa de mis padres y que él no dudó en cobijar).
Sin duda, sin él la casa de mis padres estará mucho más vacía, pero espero que al menos en estos veinte años hayamos podido ofrecerle una buena vida, y hayamos sido para él casi tanto como él para nosotros.
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