Kamoda y su hija Kasumi son conducidos por un cuervo y un símbolo misterioso al instituto de investigación de Francia, donde conocen al extravagante director, un hombre que afirma que puede cambiar el destino de Kamoda con un atrevido robo de pintura en el Louvre de París.
Tal y como apunta el propio Urasawa, esta historia fue fruto de una petición expresa del Louvre en su intención de celebrar el cómic como el noveno arte.
Cuando empecé a leer la historia, me sorprendió que, tratándose de un tomo único, esta tuviera las pinceladas habituales de profundidad que Urasawa acostumbra a dotar en sus obras más largas, pero es quizás ese su principal pero, ya que ese tipo de obras de Urasawa se cocinan a fuego lento, y en este caso, en sólo un tomo, no da tiempo a ello, y todo se termina de forma muy apresurada, quedando claro que trató de abarcar más de lo que realmente era lo ideal.
Precisamente mientras leía las páginas me daba la sensación de que Urasawa iba un poco en modo automático, algo que, cuando lees la nota del autor que ocupa el final del tomo, entiendo como que realmente no estaba muy motivado con este proyecto de encargo.
Aún así una obra de Urasawa menor sigue siendo una obra bastante recomendable, sobretodo para los fans del mangaka, su dibujo sigue siendo excelente, y su trato como homenaje al Louvre, y al arte en general, es incuestionable.
Ho!
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