Si algo se ha puesto muy en auge en los últimos años, ha sido sin duda los servicios de suscripción, sobretodo para ver cine o series mediante streaming, popularizado principalmente por Netflix. Este servicio era el sueño de mucha gente, la posibilidad de tener en casa una carta inmensa de películas y series por ver, por una cuota establecida, era lo que muchos queríamos, un videoclub con cuota fija en casa, pero, al menos para mí, no todo resulta tan idílico.
El primer pero que siempre le encontré es que todo el contenido externo a estos servicios es temporal, se llega a un acuerdo económico con los dueños de los derechos de los diferentes contenidos, que les permite poner en su servicio ese contenido durante el tiempo que durara el acuerdo. Cuando ese acuerdo expira, se renegocia y si se llega a un nuevo acuerdo el contenido se mantiene y si no se retira. Con esto el problema es que te podías quedar con una serie o videojuego a medias, o que esa película favorita (o juego o canción) que no te cansas de ver, puede que ya no la tengas disponible.
Ese primer pero se acrecentó en el momento en el que otras compañías se suman a tener su propio servicio con su contenido propio en exclusiva. Eso hace que el servicio que tenías contratado sea cada vez más cojo, abogue también por su contenido exclusivo para desmarcarse de la competencia, y al final te encuentras que has de pagar distintas suscripciones si quieres disfrutar de contenidos que sólo están en un servicio concreto.
Son dos peros comprensibles, y asumibles, teniendo en cuenta las bondades que ofrecen estos servicios, orientados principalmente para el consumo y desecho rápido, y para los que no queremos eso siempre nos queda la posibilidad de comprar el contenido que queremos mantener, pero esa posibilidad cada vez se pone más en entredicho. En cine y series ya me he encontrado productos que no salen a la venta en formato doméstico, que sólo están accesibles mediante plataformas de suscripción, y que estarán disponibles sólo mientras les interese, así que, tristemente, el tema de su preservación de cara al público dependerá únicamente del propio público y la piratería.
En música y videojuegos este panorama se ve aún lejano, aunque no creáis que tanto, por ejemplo, Nintendo con Switch te obliga a suscribirte a su NSO si quieres jugar a los juegos de su consola virtual, no ofrece alternativa para comprarlos, y ya ha cerrado las tiendas digitales de sus anteriores consolas donde sí vendían parte de ese contenido. Por suerte en ese caso siempre queda el mercado de segunda mano, aunque por desgracia cada vez es menos asequible, y no pongo en duda de que con la evolución del formato digital respecto al formato físico, con el tiempo ese problema se vaya agravando cada vez más (aunque esto ya da para otra entrada).
Es por esto por lo que a mí no me terminan de convencer este tipo de servicios, pese a que reconozco que me gustan sus bondades.
Ho!
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